LA HEROICA VIAJES

jueves, 28 de febrero de 2008

De Bogotá y otros dominios 1: La ciudad en Navidad

Regresar a Bogotá me permitió descubrir y vivir en profundidad cosas que en la primera visita fueron postales coloridas y turísticas.
Para más deleite llegamos en época de navidad, entonces pude comprender por qué mi esposo extrañaba tanto el ambiente especial que prepara la llegada del Niño Dios.
Desde el aeropuerto hasta la casa de mis suegros fueron largos intentos por evadir los “trancones”, embotellamientos o el tránsito infernal que parecía recordar a bocinazo limpio a nuestro gran Cortázar. La bendición de un gran chaparrón también se hizo sentir. Pero a medida que avanzábamos como podíamos, se podía ir delineando en cada edificio, en cada poste de alumbrado público, las figuras que de noche se iluminaban de manera increíble. Nunca había experimentado esa sensación de luz en todas partes. A lo largo de las avenidas, a lo ancho de las calles, en los centros comerciales, en los edificios públicos, en los conjuntos, en cada ventana; todo estaba iluminado con campanas, estrellas, pesebres, renos, copos de navidad, y tantas figuras, una más navideña que la otra. Y en los parques. Cada parque estaba decorado con algún motivo especial: una pecera en el Parque Usaquén; un pesebre y un árbol gigante en el Parque de la 93, en el Parque Nacional una selva, y en la Plaza Simón Bolívar los edificios públicos estaban decorados con una lluvia de luces y un árbol gigante coronaba el centro.



Imposible que el espíritu navideño pasara desapercibido. Además el ánimo de la gente es diferente, en las casas las familias se reúnen a rezar la novena (rezos dedicados al Niño por nacer, durante los nueve días que anteceden a la navidad como el nombre lo indica, claro), hay villancicos, buñuelos y natilla. En los conjuntos, los vecinos se reúnen a rezarla en forma comunitaria, en los lugares de trabajo se dedica un tiempo a la novena, y en los centros comerciales disponen una hora y un punto de encuentro para la misma ceremonia.
“Bogotá está cambiada”, repetía mi esposo que no salía de su asombro al ver a las familias recorrer las iluminaciones durante la noche, si temores. Los parques estaban repletos de gente, y perfumados con el maravilloso aroma del canelazo. En alguna esquina, provista de una cacerola ancha y profunda, una mujer llenaba vasitos de plástico con una infusión a base de agua panela, canela, limón y aguardiente. Una delicia!!, una infusión sencilla con un sabor único; le dio ese toque a mi visita a la Plaza Bolívar que no olvidaré jamás.


Para viajar a Bogotá se recomienda Avianca y Lan, o Taca para los que intenten ahorrar un poco de dinero en el pasaje aéreo. Si quieren visitar la ciudad en diciembre para disfrutar de todas estas iluminaciones, se recomienda reservar con anticipación porque está todo full full.
Es cierto que Bogotá está cambiada, que la gente tiene más posibilidad de salir de noche, hacer turismo interno y otras maravillas de las que se puede disfrutar gracias a la seguridad que han conseguido y a que la gente no se ha dejado vencer por la delincuencia. Pero aún así, es una ciudad grande y se deben tener las precauciones adecuadas, como no salir sin asesoramiento de algún local, pedir el taxi desde el hotel, recorrer la ciudad por lugares turísticos y no hacerse los aventureros por lugares que pueden ser de invasión. Siempre es recomendable tener una persona que nos oriente para recorrer con libertad.

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